Conozco a muchas mujeres autoexigentes y me considero una de ellas. Esa sensación de perseguir constantemente un objetivo, de no estar conforme nunca, de tener mil cosas en la cabeza, y sentir que el tiempo nunca alcanza. Así también la satisfacción de alcanzar metas, de saber que nos estamos desarrollando cada vez más, ese entusiasmo desbordante por nuevos desafíos… nos hace dudar ¿ser autoexigente es bueno o malo?
Empecemos identificando:
¿Cómo saber si sos una de aquellas mujeres autoexigentes?
- ¿Te cuesta disfrutar de no hacer nada?
- ¿Te sentís culpable por no haber hecho lo que (según vos) tendrías que haber hecho?
- ¿Manejas tu agenda laboral, personal, la de tus hijos, incluso muchas veces la de tu pareja?
- Al salir de casa decís: «Bueno, chau me voy» o dejas una lista enorme de instrucciones? (la comida está en el horno, que los niños se acuesten a las 8, recuerden que mañana hay cole…)
- No te quedas tranquila si alguien te dice que se va a encargar de algo que usualmente está a tu cargo.
- En la noche, al irte a dormir pensas en todos los pendientes que tenes para el día siguiente.
- Cuando estás en casa pensas en tus pendientes del trabajo. Cuando estás en el trabajo piensas en tus pendientes de la casa.
Si respondiste «Sí» a varias de estas preguntas: Felicitaciones, sos una Mujer Autoexigente.
Ahora, ¿es malo? Creo que hay una autoexigencia buena y otra mala.
La autoexigencia buena:
- Te ayuda a ser mejor cada vez
- Te anima a ponerte metas nuevas y cada vez más desafiantes.
- Te dice que vos podes eso y más
- Te anima de una manera saludable y emocionante.
La autoexigencia mala:
- No te deja en paz, con pensamientos rumiantes sobre todo lo que tenes por hacer, todo el tiempo.
- Cuando terminas algo, en lugar de disfrutar sólo pensas en cómo pudo haber sido mejor.
- Te puede dar síntomas físicos como aumentar tu ritmo cardiaco en ciertas situaciones del día (por ejemplo cuando suena el teléfono o tu recordatorio)
¿Cómo enfrentar a la autoexigencia que nos caracteriza a muchas mujeres?
La solución: LA PRODUCTIVIDAD
La primera gran solución que conocí para enfrentar a esta autoexigencia (que empecé a detectar más o menos al convertirme en madre y darme cuenta de que el tiempo no me alcanzaba) fueron las técnicas de productividad.
En mi blog, desde sus inicios fui escribiendo sobre productividad. Técnicas de organización personal, gestión del tiempo, métodos, agendas, planificadores, calendarios, gestores de tarea, herramientas digitales. En realidad es algo que me apasiona, me sirvió y me sigue sirviendo muchísimo. Me ayudó a organizarme, a gestionar mejor mi tiempo y recursos.
Por eso te recomiendo que vos también empieces a evaluar las técnicas de gestión de tareas, optimización del tiempo que existen, (GTD, Pomodoro, Pareto, etc.) e incluso que vayas creando la tuya propia.
Pero después de unos años, entendí que la técnica no era suficiente.
Si bien ayuda muchísimo a la organización y da buenos resultados. Hay algo más allá, aún más profundo, que tiene que ver con el porqué hacemos lo que hacemos cada día de nuestras vidas. De entender realmente (antes de accionar) cuáles son tus verdadera prioridades, y por qué ejecutar esas tareas cada día.
En mi próximo post te voy a contar cuáles fueron los libros que me hicieron indagar más en estas sensaciones que vivimos las mujeres autoexigentes, y con los que entendí que más allá de la gestión del tiempo y los recursos, la productividad debe partir desde el alma.
Este post se basa en la charla que compartí en Energía Femenina 2019, evento para mujeres co-organizado con mi amiga y socia Liz Vázquez 😉